
Aún asumiendo que la caída del muro de Berlín y de todo el Bloque soviético posiblemente fueran hechos históricos consecuentes con sus propias contradicciones internas, nuestra concepción de la realidad no es que en aquel momento histórico el problema terminara, si no que estaba justamente agravándose.
Las postales de los Berlineses martilleando el muro, aparte de ser quizás el final de una situación absurda, fue la imagen del almanaque perfecto sobre el que la rapacidad de muchas multinacionales iban anotando las fechas de sus pelotazos económicos.
La carrera de sobornos y malas ventas del patrimonio público demostraron que el capitalismo radical más que querer aportar por propia convicción su propio remedio, quiso saquear un estado.
Bastante alejadas de aquellas circunstancias se encuentra la realidad andaluza. Pero no por alejadas podemos eludir una circunstancia común. La cada vez más débil capacidad del estado, o en este caso del Gobierno Andaluz, para poder defender ideológicamente y económicamente las políticas sociales que no para de predicar a los cuatro vientos. Es aquí donde renace de nuevo el concepto de empresa pública y su necesidad en la actual realidad andaluza.
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