sábado, 25 de junio de 2011

UNA EDAD DORADA, ESTA HISTORIA EXPOLIADA

Autor: Enrique Iniesta Coullaut-Valera


En la Historia de Andalucía se encuentran un bello mito y una interpretación. El valor mítico y legendario del pasado facilita la función estimulante y ejemplar de una “edad dorada” (volver a ser lo que fuimos: hombres de luz).


Los restos dejados resultan de una desacostumbrada brillantez. Arquitectura, poesía, ciencia, mística, filosofía, personajes… conforman un conjunto de prestigio distinto. Sobre ello, puede recaer una lectura favorable movilizadota. Será una reducción más o menos intentada o más o menos honrada. (El pasado es muy extenso y complejo y no permite una interpretación simple y maniquea). Pero el tesoro tartesio del Carambolo, Itálica, la Mezquita (¡cual va a ser…!), la Alhambra y esa palmera crecida de la Giralda…, están ahí mismo gritando su verdad al fácil alcance de los ojos. Con todo ello, saludan Argantonio y nuestros cesares y Abderramán y Boabdil y Gonzalo de Córdoba y Marianita y Blas Infante… Un mundo para las maravillas. El acicate podría ser máximo. “Podría”, no ha sido nunca.


Pero también y con la fuerza decisiva de los vencedores y los nuevos colonizadores (victorias militares, victorias administrativas y presupuestarias con igual honradez o su ausencia, pero con evidente mayor poderío, se ha dado de hecho y siempre la interpretación ajena.

Al hacerla otros y desde otro sitio, la Historia de Andalucía ha sido corregida. Aunque el sevillano Méndez Bejarano, el malagueño Infante, el granadino Américo Castro, el jiennense Montávez, el aragonés Alvar… y muchos otros de hoy lo denunciaron y denuncian con el rigor universitario, en la sociedad andaluza persiste internalizada en el subconsciente una lectura de nuestro genio, figura, identidad e historia, servicial a otros intereses.

Nuestra Habla ridiculizada, nuestra administración ocupada, nuestra economía colonizada en la dependencia, nuestra cultura vuelta tipismo y circo fácil para curiosos… son el fruto final de un pasado “traducido a otra lengua”. A veces ni nuestros quislings ni los forasteros fueron conscientes de su deslealtad, pero el impacto de su gestión (aun la honrada) fue y sigue dañino para la identidad y el desarrollo de Andalucía.

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